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Domingo, Noviembre 9, 2025
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¿Qué le diría Jesús a un ateo?

Las iglesias están llenas de creyentes que oran, cantan y buscan a Dios con pasión, pero también hay muchas personas que han decidido no creer, que se identifican como ateos. ¿Qué pasaría si uno de ellos se encontrara cara a cara con Jesús? ¿Qué palabras saldrían de los labios del Hijo de Dios hacia alguien que no cree en Él?

Jesús no vino a condenar, sino a salvar

Lo primero que debemos recordar es que Jesús no vino al mundo para juzgar, sino para salvar. En Juan 3:17 leemos:

“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”

Jesús hablaría con un ateo como habló con el cobrador de impuestos, con la mujer samaritana, con los fariseos, con el ladrón en la cruz. No con odio ni desprecio, sino con verdad, amor y compasión. Él vería más allá de la incredulidad: vería el corazón, las heridas, las razones detrás de la negación de Dios.

¿Y si Jesús escuchara antes de hablar?

Jesús tenía una cualidad poderosa: escuchaba. Antes de enseñar, antes de corregir, antes de hacer milagros, muchas veces simplemente escuchaba. A un ateo, probablemente no le respondería con teología compleja ni con juicios severos, sino con preguntas que desafiaran el alma:

  • “¿Qué buscas realmente?”

  • “¿Qué te hizo alejarte de la fe?”

  • “¿Qué necesitas para creer?”

Más que una lección, Jesús ofrecería una conversación.

Jesús hablaría con verdad, pero con gracia

Jesús no suavizaba la verdad, pero tampoco golpeaba con ella. Él decía las cosas como eran, pero con un tono que sanaba en vez de herir. A un ateo, podría decirle:

“Aunque hoy no creas, sigo llamándote. Aunque no me reconozcas, sigo amándote. Aunque me niegues, di mi vida por ti.”

Podría recordar lo que dijo en Juan 10:27-28:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.”

Estas palabras no dependen de que alguien ya crea; son una promesa para todos los que un día escuchen su voz, incluso si hoy viven en duda o negación.

Dios sigue tocando corazones, incluso los que no creen en Él

La historia está llena de ateos que se convirtieron, no por argumentos intelectuales, sino por encuentros con el amor y la verdad de Dios. Jesús no necesita una mente convencida, necesita un corazón dispuesto. Muchas veces, detrás del ateísmo hay dolor, decepción, heridas o malas experiencias con la religión. Jesús no ignoraría eso, lo confrontaría con ternura…

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