El uso de malas palabras no es un tema menor para Dios. La Biblia enseña que nuestras palabras tienen un gran poder para edificar o destruir. En Efesios 4:29 se nos instruye: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación”.
Esto significa que el creyente debe cuidar su lenguaje, evitando insultos, groserías o expresiones ofensivas, ya que reflejan lo que hay en el corazón (Mateo 12:34).
El lenguaje vulgar no solo afecta nuestro testimonio cristiano, sino que también influye en quienes nos rodean.
Las Escrituras nos llaman a hablar con gracia, respeto y amor, usando nuestras palabras para inspirar y traer paz.
Cambiar nuestra manera de hablar es posible con la ayuda del Espíritu Santo, quien transforma nuestros pensamientos y corazones. Practicar un lenguaje limpio y edificante es una forma de honrar a Dios y mostrar Su luz al mundo.
Aplicación práctica:
Ora para que Dios te ayude a controlar tu lengua.
Sustituye las malas palabras por frases que transmitan esperanza.
Recuerda: tus palabras son un reflejo de tu fe.
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