La desigualdad es una realidad que ha existido desde los tiempos antiguos. Hoy la vemos reflejada en la pobreza, el abuso de poder, la discriminación y la falta de oportunidades. Pero, ¿qué dice la Biblia sobre esto? ¿Cómo mira Dios las diferencias entre las personas?
Dios creó a todos por igual
Desde el principio, la Palabra de Dios enseña que todos los seres humanos tienen el mismo valor ante Él. En Génesis 1:27 leemos:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
Esto significa que ninguna persona es superior o inferior a otra, ya sea por su raza, posición social o riqueza. Cada ser humano refleja algo del carácter y la imagen de Dios.
Jesús rompió las barreras sociales
Durante su ministerio, Jesús desafió las estructuras de desigualdad de su tiempo. Habló con mujeres en público, sanó a los enfermos marginados, comió con publicanos y pecadores, y mostró compasión hacia los pobres y oprimidos.
En Lucas 4:18, Jesús proclamó:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón…”
Su mensaje fue claro: el Reino de Dios no hace distinción de personas. En Cristo, todos somos invitados a participar de Su gracia sin importar nuestra condición.
La Iglesia: un cuerpo con miembros iguales
El apóstol Pablo enseñó que dentro del cuerpo de Cristo no hay lugar para la desigualdad o el favoritismo. En Gálatas 3:28 escribió:
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”
Esto nos recuerda que en la comunidad cristiana todos tenemos el mismo valor y debemos tratarnos con amor, respeto y justicia.
Dios condena la injusticia y la opresión
La Biblia también denuncia fuertemente la injusticia social. En Proverbios 22:16 se dice:
“El que oprime al pobre para aumentar sus ganancias, o al que da al rico, ciertamente se empobrecerá.”
Y en Isaías 1:17, Dios llama a Su pueblo a actuar con justicia:
“Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.”
El corazón de Dios siempre está con los más débiles, y nos llama a reflejar Su carácter siendo justos y compasivos con los demás.
Conclusión
La desigualdad no forma parte del plan de Dios. Él desea una humanidad unida, justa y solidaria. Como creyentes, somos llamados a vivir con humildad y amor, buscando la equidad y defendiendo a quienes sufren.
Seguir a Cristo es también luchar contra toda forma de injusticia, recordando siempre que, ante los ojos de Dios, todos valemos lo mismo.