La vida no siempre es tranquila. Hay temporadas en las que las pruebas llegan como tormentas repentinas, y sentimos que nuestras fuerzas se agotan. Sin embargo, en medio de esos días oscuros, Dios nos ofrece un refugio seguro.
El Salmo 91:2 declara: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”. Él no es un refugio temporal, sino un amparo eterno. Cuando todo parece inestable, su presencia nos cubre, nos fortalece y nos recuerda que no estamos solos.
Buscar a Dios en tiempos difíciles no es señal de debilidad, sino de sabiduría. Él conoce nuestro dolor, entiende nuestras lágrimas y tiene el poder de darnos paz aun en medio del caos.
Hoy, en lugar de dejar que el miedo gobierne tu corazón, corre a los brazos del Padre. Allí encontrarás descanso, esperanza y la certeza de que nada podrá apartarte de su amor.
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