Vivimos en una sociedad que ama la inmediatez. Todo lo queremos “para ayer”: respuestas rápidas, soluciones instantáneas, resultados inmediatos. Pero el reloj de Dios no funciona como el nuestro. A veces sentimos que Él está en silencio, que no responde, o que se está tardando demasiado. Sin embargo, la verdad bíblica es clara: Dios nunca llega tarde. Su tiempo es perfecto.
El tiempo de Dios no es nuestro tiempo
Isaías 55:8-9 nos recuerda:
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos…”
Puede que no entendamos lo que Dios está haciendo, pero Él sí sabe lo que está haciendo. Su plan no es improvisado; está cuidadosamente diseñado desde la eternidad. Él ve el panorama completo mientras nosotros solo vemos una parte.
Ejemplos bíblicos de espera
Abraham esperó 25 años para ver nacer a Isaac. José pasó años en prisión antes de llegar al palacio. Lázaro murió, y Jesús llegó cuatro días después, cuando ya no había esperanza humana. Y sin embargo, en cada uno de estos casos, Dios obró con poder y para Su gloria, justo a tiempo.
¿Qué hacer mientras esperamos?
Confía en Sus promesas. Dios es fiel a lo que ha dicho. Aunque tardes en verlo, no significa que lo haya olvidado.
Ora con perseverancia. La espera no es pasiva; es un tiempo para acercarnos más a Dios y depender de Él.
Obedece mientras esperas. A veces Dios usa la espera para moldear nuestro carácter, prepararnos para lo que viene o enseñarnos a depender completamente de Él.
Una fe que descansa en su soberanía
Esperar no es fácil, pero nos enseña a confiar, a soltar el control y a descansar en que Dios está obrando aún cuando no lo vemos. Su tiempo no solo es perfecto, también es bueno, sabio y amoroso.
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