La crítica es algo que todos enfrentamos, tanto al recibirla como al emitirla. En un mundo donde las opiniones se expresan con facilidad, la Biblia nos enseña a tener cuidado con nuestras palabras y con la actitud de nuestro corazón al juzgar a los demás.
La crítica destructiva y el juicio
Jesús advirtió claramente sobre el peligro de juzgar a los demás con dureza o hipocresía. En Mateo 7:1-2 dice:
“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.”
Este pasaje no prohíbe discernir entre el bien y el mal, sino hacerlo con una actitud condenatoria o sin amor. Cuando criticamos a otros sin examinar primero nuestra propia vida, caemos en el error de la hipocresía. Jesús continúa diciendo en Mateo 7:5:
“Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”
La crítica destructiva no edifica, hiere y divide. El creyente está llamado a ser luz y ejemplo, no juez implacable de los demás.
La crítica constructiva y el amor fraternal
La Biblia también nos enseña que, en ciertos casos, debemos corregir a nuestros hermanos, pero siempre con amor y humildad. En Gálatas 6:1 se nos instruye:
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.”
La crítica constructiva busca restaurar, no humillar. Su propósito es ayudar al otro a crecer espiritualmente y acercarse más a Dios. La diferencia está en la intención: una crítica hecha desde el amor y la compasión refleja el carácter de Cristo.
El poder de las palabras
Proverbios 18:21 nos recuerda:
“La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos.”
Nuestras palabras pueden levantar o destruir. Cuando hablamos de otros, debemos preguntarnos si lo que decimos contribuye al bien, a la verdad y al amor. Un corazón lleno de Cristo hablará con sabiduría y gracia, no con desprecio o envidia.
Conclusión
La Biblia nos enseña a evitar la crítica injusta y el juicio apresurado, y a practicar una corrección amorosa cuando sea necesaria. Antes de señalar las faltas de otros, debemos examinar nuestro propio corazón y buscar reflejar el carácter de Cristo en nuestras palabras.
Criticar sin amor nos aleja de Dios; hablar con sabiduría y humildad nos acerca más a Él. Que nuestras palabras sean siempre guiadas por el Espíritu Santo, para edificar, consolar y restaurar a quienes nos rodean.



