La conocida frase “el que a hierro mata, a hierro muere” proviene de las palabras de Jesús en Mateo 26:52, cuando reprendió a Pedro por defenderlo con una espada.
Esta enseñanza nos recuerda que todo lo que hacemos tiene una consecuencia, y que la violencia solo engendra más violencia. Jesús, en lugar de promover la represalia, nos mostró un camino radicalmente distinto: el de la paz, el perdón y la confianza en la justicia de Dios.
Este principio bíblico no se limita únicamente a los conflictos armados o físicos. También aplica a nuestras palabras, decisiones y actitudes diarias. Si sembramos enojo, cosecharemos resentimiento; si sembramos amor y misericordia, recogeremos paz y bendición. La Biblia nos invita a reflexionar antes de actuar, a no responder mal por mal y a buscar siempre caminos que honren a Dios.
En un mundo que a menudo premia la venganza y la fuerza, este versículo nos desafía a vivir de una manera diferente, confiando en que Dios es el juez justo y que Él se encargará de poner todo en orden. Al final, la verdadera fortaleza no está en devolver el golpe, sino en tener la valentía de elegir el bien cuando el mal parece más fácil.



